Una mirada a África como tablero de la geopolítica internacional

lunes, 30 de septiembre de 2013

La versión saharaui sobre la invasión marroquí en 1975 y la colaboración española



El desenterramiento de las víctimas de la represión marroquí que se desató antes de que España saliese del territorio saharaui, está removiendo el pasado. Al fin y al cabo que el desierto está lleno de fosas comunes, no es una novedad en El Aaiún, donde hay barrios enteros generados por el chabolismo de los beduinos que se vieron obligados a fijar su residencia en la ciudad ante la política de tierra quemada practicada durante años por los invasores: se trataba de que en el interior del desierto, hostil y desconocido para las tropas marroquíes, no quedasen nómadas que sí dominaban el terreno y podían servir de apoyo a la guerrilla del Frente Polisario.

 Lo que sí es nuevo es que ahora asoma la otra versión de la invasión, la de los saharauis, que nada tiene que ver con esa versión oficial que, entre otras milongas (como la de la falsa legalidad de los acuerdos de Madrid),  aseguró a los españoles que el Gobierno había mantenido una actitud de firmeza ante las presiones marroquíes para apoderarse por la fuerza de la provincia española número 53. Esta, por ejemplo, es la narración de un activista de los derechos humanos que reside en El Aaiún, cuya identidad, por ahora, me pide no haga pública por motivos de seguridad:

 “Durante la invasión marroquí del Sáhara Occidental se cometieron muchísimas masacres. Se buscaba el exterminio del pueblo saharaui y esta operación tuvo el apoyo del Ejército español desde octubre de 1975 hasta finales de febrero 76. El apoyo español consistió en facilitar al invasor marroquí los mapas con indicaciones de las áreas donde tradicionalmente acampaban los saharauis, y de los puntos donde circulaban las guerillas del Frente Polisario. 

En esos mapas estaban también señalados los puntos donde hay pozos de agua. Además de esta ayuda, los helicópteros españoles sobrevolaron sobre las tropasmarroquíes para guiarlas cuando comenzaron a entrar en el Sáhara por la parte noreste, mucho antes de los acuerdos tripartitos y la Marcha Verde, hacia las zonas más seguras. En un diámetro de alrededor de 50 kilómetros de las principales poblaciones de Haussa, Smara, Amgala, Hagunía, Guelta, Um Draiga, Bir Anzarán…vivían muchos pastores saharauis. Lo mismo ocurría en los alrededores de El Aaiún, Cabo Bojador Y Bu Craa. 

En esas zonas, las tropas de ocupación mataron a miles de beduinos que nomadeaban con su ganado. Al mismo tiempo, envenenaron los pozos de agua o los cerraron introduciendo en ellos cemento. Los animales cabríos y camellares tampoco se libraron de esta matanza con el fin de impedir al Polisario benificiarse de ellos. 

Los pocos campesinos que se libraron de las masacres huyeron o fueron trasladados a la fuerza en camiones militares a Smara y, sobre todo, a El Aaiún. Este proceso siguió por parte del invasor hasta mediados de 1978. En estas operaciones no se supo el numero exacto de saharauis desaparecidos debido a que las familias que estaban bajo dominio del ocupante creyeron que sus hijos habían ido al Polisario, y los Polisarios creyeron que los desaparecidos se habían quedado en las zonas ocupadas. Como es normal, nada se supo de los desaparecidos debido a la inexistencia de los medios de comunicación. Además, nadie podía preguntar a otro sin temor a ser apresado y torturado por el ocupante marroquí." 

 Por ahora, este es el fin de su relato. Se aceptan otras testimonios que puedan completarlo.

domingo, 22 de septiembre de 2013

El descubrimiento de las fosas comunes en el Sáhara y la normalización de la historia de un conflicto

Refugiados saharauis huidos de la invasión marroquí y mauritana en 1976.  
UN Photo/Hubert



El hallazgo de las fosas comunes con los restos de pastores nómadas (dos de ellos menores) con sus carnés de identidad españoles, da para varias reflexiones. En primer lugar, las víctimas fueron ejecutadas el 12 de febrero de 1976, es decir, cuando España todavía estaba en el territorio compartiendo con Marruecos y Mauritania esa administración tripartita generada por la farsa de los llamados acuerdos de Madrid. 

No fue hasta el 26 de febrero de 1976 que el embajador español ante la ONU transmitió al secretario general de la organización aquella carta en la que su Gobierno (el primero de la monarquía) anunció la salida de la ex provincia 53 y la renuncia de España a las responsabilidades internacionales de potencia administradora del pueblo saharaui. Así que que no hay excusa que justifique que España no se enterase de las atrocidades marroquíes y las denunciase ante la comunidad internacional.

En los relatos de la historia sobre el comienzo de la invasión sigue habiendo varios agujeros negros. Uno de ellos es el que ocultó cómo vivió el pueblo saharaui la toma de control por parte de las fuerzas invasoras. Según el relato oficial que trascendió en Madrid en 1975, el ejército y las fuerzas de seguridad marroquíes no pusieron pie en el territorio hasta el 11 de diciembre, mucho después de la Marcha Verde que, contaron entonces, había vuelto a sus bases de partida gracias a la diplomacia bilateral. Se supone que llegaron a El Aaiún de paseo en calesa como consecuencia del cumplimiento de los Acuerdos de Madrid. Sí, en calesa y tocando el banjo, porque, según esta versión, parecía como que los invasores habían sido unos caballeros mientras España había seguido en el territorio.

De los responsables de la administración colonial, sólo el coronel Luis Rodríguez de Viguri denunció que había comprobado las brutales torturas a las que los recién llegados habían sometido de inmediato a los saharauis sospechosos de no aceptar su dominación. Lo contó para transmitir la tremenda vergüenza que para él había supuesto tener que cumplir órdenes que le obligaban a mirar hacia otro lado, en lugar de atender a las peticiones de ayuda de los que hasta hacía poco habían sido subordinados suyos que habían servido lealmente a España.

Establece el art. 73 de la Carta de la ONU que las potencias administradoras tienen el deber de velar por el bienestar de sus tutelados. En cambio, el Gobierno español optó por hacer como que no veía ni oía, en un flagrante incumplimiento moral y legal. La inacción española fue así doblemente beneficiosa para la estrategia criminal de los invasores marroquíes. Quedaron con las manos libres para poner en marcha un genocidio y sin preocuparse porque les llamasen genocidas. También lograron que la historia de su agresión no fuese una invasión sino, algo muy distinto, una Marcha Verde pacífica.


Casi 38 años después de que arrancase la historia de este crimen, ya estábamos asimilando que los acuerdos de Madrid fueron nulos; que debido a ello la “carta” que daba por acabada las responsabilidades de España fue papel mojado; que los marroquíes no iniciaron la ocupación del territorio con una marcha ecologista sino con una invasión militar que inició antes que la Marcha Verde  y que, estando España todavía ahí hubo bombardeos de napalm contra la población civil saharaui que intentaba ponerse a salvo huyendo hacia Argelia. Ahora, con la identificación de los restos de las fosas, también sabemos que hubo limpieza étnica de los beduinos para que el desierto quedase libre de posibles colaboradores del Frente Polisario. 

Los políticos españoles, sin embargo, siguen haciendo como que no se han enterado. Ellos siguen apostando por una historia que arranca con la Marcha Verde y que consumó un traspaso de administración limpio, inodoro y sin daños colaterales. Si el Frente Polisario decía que había fosas comunes de beduinos ejecutados, se descalificaba la versión por ser de parte “interesada”. 

No puedo evitar recordar a la ministra de Exteriores Trinidad Jiménez diciendo en el Senado que,  “desde el punto de vista estrictamente jurídico, no se puede calificar a Marruecos como potencia ocupante”. La razón,  dijo ella, es que su presencia en el territorio “no es producto de un conflicto bélico ni de un elemento de fuerza, es fruto de un acuerdo (los mal llamados acuerdos de Madrid)”. Fue cuando dijo también aquella mentira descomunal que ya comenté de que España sí tiene responsabilidades históricas con el pueblo saharaui pero dejó de tener responsabilidades jurídicas el 26 de febrero.

Suponemos que ahora que el hallazgo de estas fosas tiene el respaldo científico de un equipo antropológico-forense de la Sociedad Aranzadi encabezado por el forense Francisco Etxebarría, sí podremos hablar de ocupación sin temor a ser acusados de mal uso del lenguaje. 

Volviendo a la cuestión de que España era oficialmente potencia administradora el 12 de febrero de 1976, me pregunto si esos restos no permiten  exigir responsabilidades a  los Gobiernos de España por su alevosa complicidad con un espeluznante crimen humanitario.  Al de 1975 y a los que siguieron y siguen sin hacer justicia a la verdad para que el pueblo saharaui deje de sufrir una ocupación ilegal.

martes, 27 de agosto de 2013

García Margallo dice que forzará una resolución en la ONU sobre Gibraltar. El embajador Piniés buscaría el apoyo africano...




Con las crisis abierta por el hundimiento en las aguas del Peñón de Gibraltar de los bloques de hormigón, el ministro García-Margallo dice que quiere forzar una resolución de la ONU que ponga en su sitio los abusos que, gracias al silencio español, no paran de cometer desde el último reducto del colonialismo que queda en suelo europeo.

No está claro todavía si con ello el jefe de la diplomacia española se refiere a un texto de condena por el daño medioambiental provocado por el delirante intento de ampliar los dominios del imperio británico en una zona del Mediterráneo donde más que un mar parece que se navega por un lago. También cabe la posibilidad de ir directamente al fondo de la cuestión que es el incumplimiento por parte de Inglaterra del derecho internacional que obliga a las potencias que todavía tienen colonias a soltar la presa.

Volver a resucitar el tema de Gibraltar en la Asamblea General de la ONU tendría para Rajoy el gran beneficio de acabar con las muchas dudas que hay sobre si lo de su “firmeza” va en serio, o es una gran tomadura de pelo con la que tener entretenidos un rato a sus electores compensándoles por la indignación y vergüenza suscitada por el caso Bárcenas.  Aunque el Gobierno británico haga lo que es previsible con una resolución favorable a España, las verjas se abren y se cierran según el partido que gobierne (al menos en España) pero las resoluciones quedan y apuntalan las razones de quienes tienen el derecho de su parte.

No hay nada imposible. En tiempos del dictador Franco, los diplomáticos españoles salieron airosos del reto que suponía plantar cara a una superpotencia que, aunque en declive, contaba con su puesto permanente en la  ONU y utilizaba con habilidad las fobias que generaba la dictadura española para debilitar  los argumentos legales. 

Jaime de Piniés, el brillante embajador español ante la ONU que llevó la misión a buen puerto, solía decir que una de las claves del éxito  había sido el apoyo del grupo de los países recién descolonizados de África. España gozaba, pese al rechazo a  la dictadura, de influencia en Iberoamérica y tenía grandes amigos en el grupo árabe que Franco había cultivado como primera receta para superar la diplomacia del cerco que había intentado aislar su régimen tras la Segunda Guerra Mundial. Sumando todos estos votos a los cosechados en el grupo de los nuevos estados africanos,  uno de los más poderosos en lo que a número de votos  se refiere, el embajador logró hacer cuadrar la aritmética que se impuso a la ventaja política de sus rivales. Su acción no se limitó a que el Peñón que Inglaterra decía era suyo (quedase clasificado como una colonia, sino que evitó  que prosperase el plan B de Londres, el de “si me obligan a descolonizar porque no reconocen mi soberanía, que sea dejando en mi lugar un estado independiente manejable”.

Piniés no ocultaba que, como contrapartida a  su apoyo en la cuestión de Gibraltar, los africanos habían presionado para que España diese el ejemplo a las demás potencias imperiales descolonizando las escasas posesiones que aún le quedaban al otro lado del Estrecho. Se cumplió con Ifni y Guinea Ecuatorial. Pero el carpetazo que el régimen dio al tema de Gibraltar con el cese del ministro de Exteriores Fernando Castiella, contribuyó a que el proceso de descolonización del Sáhara Occidental quedase atrapado en un aplazamiento que, desgraciadamente, se prolonga hasta hoy.

Si la cuestión de Gibraltar volviese a la ONU en busca de una resolución, los países de la organización de la Unión Africana, para los que la solución del conflicto saharaui (ya lo contamos) es un asunto prioritario, tendrían una buena oportunidad  de recordarle a España que no está bien aferrarse al derecho internacional cuando se trata de La Roca e incumplirlo de forma flagrante y continua con uno de sus pueblos hermanos.  A ver entonces cómo les explica García-Margallo lo de que España está por los derechos del pueblo saharaui mientras su Gobierno, en lugar de hacer lo que debe como potencia administradora que sigue siendo de su antigua provincia número 53, defiende un acuerdo de pesca con Marruecos que implica un reconocimiento de la ocupación ilegal del territorio.

Por cierto, dice el “ministro principal” de Gibraltar Fabián Picardo que el Reino Unido «no tiene potestad» para obligarle a retirar los bloques de hormigón en la Bahía de Algeciras. Debe de ser que no le han proporcionado la lista de territorios no autonomos (pendientes de descolonizar) de este año: no sólo sigue estando Gibraltar incluido en la enumeración de contenciosos coloniales, sino que se indica muy claro que el Reino Unido es su potencia administradora. Por si los colaboradores de Picardo no dan con ella, aquí se la dejo.

domingo, 9 de junio de 2013

Marruecos, el Sáhara Occidental y la Unión Africana. Más que una batalla diplomática, una farsa mediática



Nkosazana Dlamini-Zuma y Ban Ki-moon en una cumbre sobre desarrollo en Japón, el 1 de junio.
Foto: UN Photo/Rick Bajornas

Las declaraciones de la presidenta de la Comisión de la Unión Africana, UA, Nkosazana Dlamini Zuma sobre el conflicto saharaui indican que la diplomacia marroquí no tenía ninguna posibilidad en la reciente XXI cumbre celebrada en Addis Abeba de regresar a esta organización a costa de la expulsión de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD).  

“Marruecos tiene que poner fin a la ocupación del territorio saharaui y la persecución de la población saharaui”, ha dicho cuando la cumbre ya había finalizado, la que fue ministra de Exteriores de Suráfrica hasta que en julio de 2012 se convirtió en la primera mujer que preside la Comisión de la Unión Africana.

La contundencia de lo dicho por Dlamini Zuma se suma a las declaraciones durante la cumbre hizo de Ramtane Lamamra (responsable de la Comisión de Paz y Seguridad de la UA) y los actos y gestos que han dado protagonismo a la causa saharaui en la XXI cumbre de la Unión Africana. Todo indica que más que un revolcón, la diplomacia marroquí se ha llevado un batacazo en el frente africano. Me refiero a la intervención con la que, poco antes del comienzo de la reunión  en Addis Abeba, el embajador de la República Centroafricana, Ismaila Nimaga, gracias a su título de "decano" de los embajadores africanos en Rabat, se prestó a crear la ficción de que las pretensiones anexionistas con el Sáhara Occidental cuentan con grandes y poderosos apoyos en la Unión Africana (quien no se acuerda que pinche aquí)

 La actuación de Nimaga, sin embargo, parece que forma ya parte de un ritual mediático habitual en estas épocas del año. Si tiramos de hemeroteca, en mayo de 2012, coincidiendo también con el Día de África y los preparativos de otra cumbre en Addis Abeba, Nimaga hizo unas declaraciones casi idénticas sobre el supuesto papel fundamental que juega Marruecos en el desarrollo de África y su posible regreso a la Unión Africana. 

Al igual que ha ocurrido este año, en 2012 los medios oficialistas titularon seguidamente que "Los embajadores africanos en Rabat piden el regreso de Marruecos a la UA". Como se creó la idea de que había una batalla diplomática en marcha, tras la cumbre en Addis Abeba hubo quien tuvo que aclarar que las expectativas creadas no se habían cumplido: "No hay regreso de Marruecos en el seno de la Unión Africana", titularon algunas publicaciones.   

Este año ni siquiera ha habido aclaraciones sobre el desenlace del supuesto intento marroquí por volver a la UA, expulsando a la RASD. Como si la supuesta batalla diplomática sólo hubiese existido en el guión de una farsa mediática dirigida a insuflar moral de combate a la opinión pública marroquí.




 

lunes, 3 de junio de 2013

Hollande dice que la sucesión del presidente Buteflika no tiene porqué llevar Argelia al caos


Los presidentes François Hollande (izquierda) y Abdelaziz Buteflika en su encuentro en Argel en diciembre.



La perspectiva de que el presidente argelino Mohamed Buteflika no salga del último bache de su precaria salud abre dos hipótesis sobre el futuro de Argelia. Una apuesta porque, aunque no volviese de Francia con vida, el Frente de Liberación Nacional llevará a cabo su sucesión sin problemas. La otra, se sitúa en el extremo opuesto y no sólo prevé que en el FNL no van a tener la capacidad de liderazgo necesaria para una transición pacífica, sino que ello va a costarle al país un estallido social que lo sumirá en el abismo del caos.

Mientras el presidente Buteflika sigue hospitalizado en París y crecen los rumores de que está clínicamente muerto, el Gobierno en Argel asegura que el jefe de estado evoluciona favorablemente y, aunque falleciese, todo está bajo control. Pero, en los más de treinta días que el presidente lleva ingresado en Francia no ha hecho ninguna aparición ante las cámaras y, suponiendo que sea verdad que la sucesión está atada y bien atada, el Gobierno argelino no responde a preguntas sobre posibles nombres.

Para los partidarios de la tesis pesimista este silencio radio es un síntoma de que, entre bastidores, no sólo no tienen preparada un plan B sino que hay una pelea por la sucesión que no promete nada bueno. El vacío de poder y las divisiones, dicen, facilitarán que se encienda la mecha de esa “primavera árabe” que pasó de largo por este país pero podría prender en cualquier esquina porque el pueblo tiene motivos para estar insatisfecho. De ahí que los medios que exponen esta preocupación por el futuro de Argelia no se pierdan ni una noticia sobre disturbios, especialmente si son en el sur sahariano, huelgas, reivindicaciones sindicales o el descontento provocado por los escándalos de la corrupción de altos cargos.

La tesis pesimista tiene firmes y amplios apoyos en Francia donde tanto en la derecha como en la izquierda subsiste un fuerte resentimiento contra el FNL que rompió sus sueños coloniales en los años sesenta. Pese a sus invocaciones y maniobras para librarse de esta generación de antiguos rebeldes, los dirigentes del FNL lograron mantenerse a flote hasta hoy y sin renunciar a una política que en París tachan de antifrancesa. La conexión que en Argel se suele hacer entre este rencor neocolonial y, por ejemplo, el apoyo dado desde París a ciertos sectores islamistas en los peores momentos de lo que allí llaman la guerra contra el terrorismo de los años noventa, ha sido motivo de muchos sinsabores franco-argelinos. 

El presidente François Hollande, sin embargo, prometió en su histórica visita a Argel en diciembre que su gobierno iba a acabar con estas dobleces para iniciar así esa colaboración que está teniendo su primer brote verde en la gestión del conflicto maliense. Quizás por ello,  Hollande haya decidido el pasado viernes evitar posibles malentendidos que malogren su giro haciendo unas declaraciones muy coincidentes con lo que dicen en Argelia. No cree, dice Hollande que la sucesión de Buteflika entrañe ningún riesgo de marcha hacia al caos porque las instituciones argelinas son de lo más sólidas. Además, él es optimista incluso sobre la salud del presidente y dio  a entender de que todavía hay esperanzas de que pueda recuperarse y volver muy pronto a su país.

Llama la atención que la tesis pesimista tiene mucho pábulo en los medios dedicados a atacar la causa saharaui. Las noticias negativas con las que se regodean en sus publicaciones, especialmente las electrónicas, sobre los supuestos errores del Gobierno argelino, contrastan con los datos positivos que apuntan a Marruecos como una isla de estabilidad política y polo de desarrollo económico regional. 

En su afán por demostrar que la caída del tradicional rival de Marruecos en la región es inminente, hay quien incluso llega a decir que es la certeza que tienen los franceses sobre el mal camino que lleva Argelia la que les ha decidido a deshacerse de su participación en el Medgaz, el gaseoducto argelino que une Argelia con la costa de Almería. Se trata del 12% de este tubo de enorme importancia estratégica para España y Europa y que estaba en manos del francesa GDF Suez y por el que van a optar las multinacionales españolas Gas Natural Fenosa y Cepsa. Ambas reforzarán asi su posición en unos momentos en que la dependencia española del gas argelino sigue creciendo y ya supera el 54, 8%.

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